lunes, 5 de septiembre de 2016

Erase una vez, un 15 de Mayo...

Acampada en la Puerta del Sol, 20 de mayo de 2011

Corría el año 2011, la crísis económica azotaba a la sociedad española. El paro estaba en alza, y más aún el de los españoles. Los derechos sociales estaban siendo vapuleados. Pronto la crisis se extendió al ambito político y comenzó a entreverse la peor cara del "Estado de bienestar". El 15 de mayo de ese mismo año, tras otra de las múltiples manifestaciones que se sucedían como muestra del malestar de la ciudadanía, un grupo de personas decide acampar espontaneamente en la Puerta del Sol. 

En poco tiempo, aquella acampada de unas sesenta personas se convirtió en una enorme manifestación de repulsa contra el Gobierno que había traicionado constantemente la confianza que, erroneamente otorgada, habían depositado en él. Al grito de "No nos representan" manifestaron su malestar contra un sistema político que no los incluía, que limitaba la expresión de sus derechos y de su voluntad política, relegándola a elegir entre dos opciones que les desagradaban cada 4 años.

Desde entonces, varias han sido las reacciones y los movimientos surgidos a raiz de estos acontecimientos. Desde organizaciones sociales, como Democracia Real Ya, a partidos políticos, como Podemos, se han arrogado la bandera quincemayista, han surgido movimientos de la ciudadanía para tratar de recuperar su impacto en la vida política, pero hasta ahora el sistema ha parecido saber encauzarlos con mayor o menor éxito.

Algo ha cambiado, eso es indudable, pero el cambio no satisface ni a unos ni a otros. El sistema siempre teme una modificación del status quo, y la ciudadanía aún no ha visto el fruto maduro resultante de su indignación. El cielo no se ha tomado por asalto, ni de lejos, y la situación dentro de las instituciones es de bloqueo parlamentario, al menos a nivel nacional. Desde fuera de las cámaras de los representantes, la ciudadanía parece haberse adormecido, habiendo puesto sus fuerzas en varios proyectos que aún no parecen haber dado los resultados esperados.

El empuje y la ilusión de los primeros momentos parecen haberse disuelto en la mayoría y haberse avinagrado en otros, que habiendo usado todas sus energías en diferentes proyectos, han llegado a quemarse y sumirse en la apatía.

Pero el pensamiento derrotista nunca llevo a nada, de modo que solo nos queda aprender de nuestros fallos y continuar adelante. La situación no tiene vistas de ir a mejorar por si sola, de modo que si de verdad nos indignamos con el sistema paternalista y corrupto que dice representarnos, habremos de salir a cambiarlo con nuestras propias manos. No será fácil, no será rápido, y es muy probable que nos golpeemos una y otra vez contra un muro que parece que no va a derribarse, pero nada es inexpugnable.

El principal escollo a superar siempre somos nosotros mismos, en primer lugar habremos de encontrar la determinación para actuar, y las ganas para trabajar en un proyecto. En segundo lugar, debemos aprender a caminar juntos. No es sencillo, aunque lo pueda parecer. Las opiniones pueden ser muy diversas, y los métodos también. Pero el consenso está en escuchar tanto a la mayoría como a las minorías, respetándonos y recordando que, si decidimos actuar juntos, es porque nos une un objetivo común.

No hemos de caer en la idea de que es una utopía irrealizable lograr este cambio que nos hemos propuesto, ya se han dado pasos en esta dirección, pero lamentablemente no podemos hacer mucho desde la comodidad de nuestros hogares. Antes de que el proceso avance habremos de pisar las calles otra vez, y otra más. Es en la lucha activa donde encontraremos el cambio que ansiamos, así como ya se vio en aquel 15 de mayo, un ejemplo que sin duda deberemos replicar y superar antes de que veamos cumplido este proceso de empoderamiento ciudadano.

A pesar de los que trataron de apropiarse el desborde del 15-M, este proceso ha continuado en muchos frentes, dentro y fuera del propio movimiento homonimo. Este artículo no es si no un mensaje en el que pretendo plasmar mi opinión sobre la necesidad de recuperar la ilusión y la actitud de lucha de aquellos primeros momentos, de aquel despertar que parece haberse enfriado. Si deseamos un cambio tendremos que traerlo nosotros mismos. Es la hora de volver a tomar la calle.

martes, 26 de julio de 2016

Conoce a tu enemigo


En la archifamosa frase de Sun Tzu, en su obra El arte de la guerra, decía que si uno se conocía bien a si mismo, y a su enemigo, aún enfrentándose en cien batallas, nunca sería derrotado. Este precepto ha sido a lo largo de los siglos aplicado a muy variados campos, no solo el militar, dando pie a ser entendida en muchos contextos.

Sin duda, es una gran verdad que conocernos a nosotros mismos, nuestras capacidades, fortalezas y nuestras debilidades, nos ayuda enfrentarnos mejor al mundo. Conocer los peligros, los riesgos que nos rodean también es muy iportante. Cuando estos peligros son otros grupos humanos, entender sus motivaciones, objetivos y recursos es muy importante para delimitar su impacto y prever su actuación, entender el patrón por el que se mueven. Un mal análisis puede llevarnos a conclusiones erroneas, y por tanto a acciones que no nos ayuden a solventar el problema, y tal vez puedan mantenerlo o agravarlo.

En el caso que nos ocupa, como supongo que ya habréis adivinado, pretendo aplicar este precepto a una amenaza que azota a Europa en estos últimos años, y que ha generado un gran revuelo en la última semana, y que sin duda tendrá un importante calado en las políticas de defensa y relaciones exteriores de la Unión. Como no, me refiero al Estado Islámico.

Como ya he dicho anteriormente, el primer paso para afrontar un problema es un correcto análisis del mismo. Por lo tanto debemos definir qué es el Estado Islámico, quien lo compone y culaes son sus objetivos. Y muy importante, por los errores que pueda conllevar un mal estudio del problema, qué no es, o quienes no componen, esta organización terrorista.

El DAESH, llamado así por sus siglas en inglés, es una organización fanática religiosa, que lucha por la construcción de una teocracia basada en una rama extremista del Islam, que ha llegao a formar un ejército y ha atacado multiples poblaciones en oriente medio, causando incontables muertos entre la povlación musulmana de esta región y llegando a controlar amplios territorios dentro de Siria e Irak, robándoselos a estas naciones por la fuerza de las armas.



Pretenden continuar su expansión armada, pues reclaman los territorios que pertenecieron antiguamente a los diferentes califatos que constituyeron la organización política del mundo musulman en la época medieval. Y para lograrlo extraen sus fondos del mercado negro, tanto de petroleo como de arte, y la venta de seres humanos, comerciando ilegalmente con lo que consiguen saquear de los territorios que asolan, así como atracando los bancos y cobrando impuestos revolucionarios a la población local. Además de esta fuente de ingresos ilegal, se piensa que otras naciones de marcado caracter islamista radical, como pueda ser Arabia Saudí o Quatar, puedan estar financiando las actividades de esta organización terrorista.

Así, el Estado Islámico pretende subyugar a todos los musulmanes, a los que pretende obligar a jurar lealtad al Califa (cabeza política y religiosa del Estado) nombrado por ellos y lograr controlar todos los territorios que consideran parte de su califato.

Sus enemigos son, por tanto, los estados que se localizan en lo que ellos dicen que es por derecho territorio de dicho califato, en su mayor parte naciones principalmente musulmanas, salvo por España y la Península balcánica, así como los aliados de estas naciones. Es en este punto donde tachan como enemigos las naciones europeas.

Su actuación fuera de la franja de guerra es, sin embargo, muy distinta. Como se ha podido ver, disponen de expertos en redes sociales y medio de comunicación, emplean diversos materiales audiovisuales y escritos para captar "soldados" solitarios. Sus mecanismos de captación, claramente sectareos, suelen ir dirigidos a individuos en situación de exclusión social, como se observa en los perfiles de los terroristas encontrados en Europa. Cuando pretenden formar una célula estable en un país extranjero, emplean a ciudadanos europeos retornados de Siria e Irak para la captación y la creación de pequeños grupos.

En este mes sin duda Europa ha sufrido un golpe tras otro, lo que ha provocado un estado de alerta constante. Desde el atentado de Niza, se han sucedido las noticias relacionadas con agresiones y asesinatos, especialmente esta  pasada semana, cuando Alemania vivía unos trágicos días especialmente violentos.

Sin embargo, se hace mal en meter todos estos ataques en el mismo saco, y solo se da alas a los terroristas y a los posibles futuros reclutas de esta organización criminal. La cultura del odio solo engendra más odio. Dos de los cuatro ataques no tienen ninguna relación con el estado islámico, pero se están utilizando para cimentar la xenofobia, dando alas a la ultraderecha europea.

Pero la criminalización de todos los ciudadanos que profesen una determinada religión o tengan unos orígenes étnicos comunes no nos llevará a acabar con la violencia, como ya se ha visto en tiempos pasados, si no que engendrará más. Si marginamos cada vez más a esta población, no haremos sino lograr que sea más fácil que engrosen las filas de aquella secta que pretenden volverlos contra sus conciudadanos para que causen atentados terroristas. Esta organización ha demostrado una preocupación nula por el bienestar de sus integrantes, y de hecho se estima que el tratarse de atentados suicida supone un gran ahorro para la organización, dado que el coste máximo de un ataque se reduce al carecer de plan de huida.

Somos nosotros quienes deberíamos preocuparnos de evitar esta captación, de evitar las situaciones de marginalidad y opresión que pueden llevar a una persona a considerar como enemigo a la gente con la que convive. Esto no implica tratarlos siempre de forma deferente o prioritaria, como argumentan muchos partidarios de las políticas ultraderechistas para atacar a las políticas más integradoras, implica tratarlos como a iguales, en derechos y en deberes, a los demás ciudadanos europeos, sin importar su raza o credo.

No es la inmigración la que causa la pobreza en Europa, es la política neoliberal austericida, la importación de ideas de competitividad frente a la cooperación, la corrupción de las instituciones y en cierta medida de la población, y la incultura y escaso movimiento de la misma. El paro no es consecuencia de un aumento de la inmigración, sino causa de las políticas laborales erradas que se llevan sucediendo durante décadas, de la creencia en un sistema financiero puramente especulativo y la pérdida en prestaciones sociales.

Tratar a nuestros vecinos como enemigos no nos ayudara sino a que en un futuro puedan llegar a serlo. La guerra hemos de hacerla contra aquellos que provocan el problema, enfrentándonos a los que financian al EI, a los que lo lideran y a los que pretenden imponer una dictadura religiosa subyugando a millones de musulmanes en el proceso. Por eso es importante conocer a nuestro enemigo, y más aún, saber quién no lo es.

viernes, 8 de julio de 2016

¿Y ahora qué?

Líderes de los cuatro principales partidos políticos del Congreso de los Diputados
Fuente: La Nación
A la luz de los últimos resultados es habitual preguntarse qué va a ocurrir ahora. Los cambios en la balanza del Congreso de los Diputados son escasos, salvo por una mejora en la posición del PP para conseguir formar Gobierno. Basandonos en la experiencia de la legislatura anterior, la más corta de la historia de la democracia española después del franquismo, este panorama nos aboca a largos periodos de inactividad y en última instancia a nuevas elecciones. 

Desde luego este es un escenario poco deseable, ya son seis meses donde la cámara legislativa ha estado tratando de dar lugar a un Gobierno, y por ende no llevando a cabo sus otras funciones. Por no decir que hace más de seis meses que tenemos un Gobierno en funciones que se niega a dar explicaciones a cámara alguna y hace y deshace a conveniencia.

Requerimos de un nuevo Gobierno, y aún a disgusto de todas las partes, los resultados son los que son, y eso implica pactos. Si no se desean unas nuevas elecciones, dichos pactos son necesarios, pero aún así no parece tarea fácil. Es la segunda vez en menos de un año que los partidos políticos españoles se enfrentan a una situación en la que ninguno de los grandes partidos puede gobernar solo. Cada uno tiene sus argumentos para formar el pacto tal y como le gustaría.

De momento, ya hace casi dos semanas de las elecciones, y la única reunión del partido que supuestamente toma la iniciativa para formar gobierno, el PP, solo se ha reunido con Coalición Canaria, que cuenta con un diputado. Por supuesto no es cuestión de socavar la importancia de los partidos con menor representación parlamentaria, pero resulta cuanto menos extraño que no haya habido una sola reunión con los partidos cuyos votos, o abstenciones en caso de segunda vuelta, necesitará para formar gobierno.

Es importante poner fin a la inactividad actual, ya se tomarán unas vacaciones en Agosto, seguramente. De momento parecen coincidir todos en quien ha de llevar la iniciativa, posiblemente para ganar tiempo para lamerse las heridas postelectorales y tomarse un momento para replantearse su próxima jugada.

Por mmi parte, espero que esta jugada que veamos sea un pacto de las izquierdas que desbanque al Gobierno actual, que ya bastante lodo arrastran como para dejar que se afiancen donde están. Tal vez la alternativa no sea la mejor posible, pero es lo mejor de lo que disponemos ahora. No será el pacto o el gobierno que hubieramos querido, seguramente ninguno, puesto que todos hubieran preferido que gobernase el partido al que votaron, pero toca pactar, no hay otra opción, y al menos esta sería la apuesta por la que me decantaría.

Y mientras tanto, los demás, a seguir construyendo para mejorar lo existente, que si queremos cambio, no podemos dormirnos en los laureles y esperar que nos lo traigan a casa. Habrá que ganar terreno y hacer camino andando, y demostrando que si queremos más participación es porque no nos conformamos con que solo nos pidan opinión una vez cada cuatro años.


miércoles, 29 de junio de 2016

Renovarse o morir


Innovar está de moda. Estamos cambiandolo todo. La forma en la que nos relacionamos con el mundo, nuestro vocabulario, nuestra forma de ver las cosas.

Lo antiguo parece ya deshechable si no se renueva. Necesitamos nueva política, nuevas ideas, nuevas empresas, nuevos retos. En realidad esto no es nada nuevo, se llama crisis, y ocurre a diferentes niveles. Las personas tienen crisis, las relaciones tienen crisis, las sociedades tienen crisis, e incluso las civilizaciones tienen crisis.

Pero, en primer lugar debemos entender qué es una crisis, de qué hablamos al emplear este término últimamente tan asociado a las disciplinas económicas.

Una crisis es ni más ni menos que un punto de inflexión. Un momento en el que un sistema ve alterado su estado estable, referido cultamente como "status quo", y se ve obligado por tanto a cambiar. 

El término se aplica en muchos campos, y normalmente hace referencia a situaciones difíciles, y esto no es más que por su incertidumbre intrínseca. Una crisis es un proceso de cambio cuyo desarrollo nos es imposible predecir con certeza, y por tanto esto lo convierte en algo arriesgado, en cualquiera de sus ámbitos. 

Una persona, por ejemplo, puede pasar por una crisis de identidad. Habiendo visto trastocado su sistema de valores o sus objetivos vitales, no sabe hacia dónde encaminar sus pasos y necesita de nuevas ambiciones para poder desarrollarse como persona. Esto implica un cambio, y puede ser un cambio grande. 

Estas crisis ocurren también en las sociedades. En nuestro caso empezó con la crisis económica, que ha demostrado convertise en una crisis social, política y de valores. El desarrollo del estado de bienestar tal y como lo conocíamos llega a un punto insostenible, de modo que empieza a fallar por lo que era la base de su baluarte, la economía. Al rescate de esta sale la política, que pronto se ve enfangada igual. El descontento de la población ante tal situación provoca la crisis de identidad de la sociedad, que comienza a plantearse la situación en unas dimensiones que antes no se cuestionaba.

Pero toda crisis tiene una doble vertiente. Es una situación de riesgo e incertidumbre, lo que implica que también es una oportunidad de desarrollo y mejora. Es la oportunidad de renovarse, de aprender y crecer, de perfeccionar y buscar nuevos caminos. ¿Quién hubiera podido predecir el panorama político español hace dos años? El fin del monopolio del bipartidismo y el enorme auge de nuevos partidos y movimientos ciudadanos es sin duda una de estas formas de provocar el cambio que acabe con la crisis y conduzca a un nuevo "status quo" diferente del anterior.

Sin embargo, el periodo de transición, el momento del cambio, es arduo, complejo y lleno de escollos. Se intentará, lo viejo se resistirá a desaparecer, como ya hemos visto, aunque no pueda reconstruirse, y lo nuevo sufrirá reveses, caerá, se levantará de nuevo. Pero, para bien o para mal, la situación terminará por resolverse. 

Esta certidumbre de resolución es peligrosa, pues puede resolverse en nuestra contra. La diferencia está en buscar las oportunidades y saber aprovecharlas, y en no desfallecer. Porque si nos caemos es para aprender a levantarnos.

lunes, 27 de junio de 2016

El bipartidismo contraataca


Comparación de los resultados del 26-J y el 20-D
Fuente: El País

Los resultados de las elecciones generales del día 26 de Junio arrojan unos resultados que muy pocos esperaban. El bipartidismo, y especialmente el PP, sale reforzado, incluso con un PSOE que pierde escaños. Unidos Podemos se queda con los mismos escaños que sumando los de Podemos e Izquierda Unida de las pasadas elecciones, habiendo perdido al rededor de 1.300.000 votos para la coalición. Con Ciudadanos también a la baja, perdiendo hasta 8 escaños, suponen unos resultados desilusionantes para las fuerzas emergentes que creían haber mejorado sus posiciones respecto al 20-D, especialmente la coalición de Unidos Podemos, que todas las encuestas daban como segunda fuerza, acercándose al PP por momentos, incluso en las realizadas a pie de urna.

Desde los colectivos de Podemos ya surge la duda sobre la fiabilidad de los resultados, exponiendo razonamientos más o menos acertados, sobre los que hablaré en otro artículo. Sin embargo, los resultados que arrojan estas elecciones no son tan distantes de las del pasado dicienmbre, donde el bipartidismo también mantuvo el tipo bastante bien. Bien se podría argumentar que en las pasadas también hubo una alteración de los resultados, pero pongo en duda que ello supusiera que no hubiera habido millones de personas que aún hubieran votado al bipartidismo.

Y es que parece que casi una década después de la crisis econímica que se ha visto que es una crísis de régimen, de una corrupción institucional galopante por parte de ambas formaciones mayoritarias, entre otras, de aceptar sin más todas las políticas austericidas impuestas por la corriente neoliberalista europea, de la desindustrialización del país, del paro juvenil superando el 50%, la emigración masiva, la precariedad de la sanidad, la educación y las pensiones, el problema de los refugiados, y otros tantos síntomas de la podredumbre del sistema, la mayoría social sigue con miedo al cambio.

La gran pregunta es ¿Por qué? ¿De dónde viene ese miedo? porque cuando uno ve las grandes cadenas de televisión y los medios de comunicación, está claro que muchos de estos tratan de intimidar a la población contra el cambio, no sea que se nos caigan los mercados, los bancos se hundan y se acabe el mundo. Pero ante la exageración mediática, por no hablar de manipulación, está el propio razocinio, la formación y la conciencia de uno mismo que se resiste a ser engañada y que verifica los datos que recibe, los contrasta y comprueba en base a la experiencia empírica si todo eso que cuentan es verdad. ¿No?

Muchas veces, cuando esto sucede, se atribuye todo el problema a la incultura de España, y es que nuestros jovenes siempre tienen peores resultados en lo académico, estadisticamente, en comparación con nuestros vecinos europeos. ¿Pero qué supone esto de verdad? En la mayor parte de Europa siguen ganando los partidos de siempre, los de centro derecha. En Alemania, tenemos a la CDU, o Unión Democrática Cristiana, el Frente Nacional creciendo en Francia, el nacionalismo ganando terreno en Inglaterra y los partidos xenófobos al alza en los paises nórdicos, no parece ser este un problema único de España.

¿Cuál es entonces el verdadero problema? Mentiría si dijera que lo se a ciencia cierta, pero algunos indcios y patrones que se repiten a lo largo de la historia nos pueden ayudar a analizar la situación. En primer lugar vemos que en situaciones de dificultad, como la pérdida de poder adquisitivo propiciada por las políticas de austeridad y la inestabilidad en los mercados, se tiende a culpar a factores externos, uno de los cuales es la inmigración, a la que muchas veces se le atribuye el aumento del paro, y por ende la pérdida de riqueza de la población. Esta conclusión, por supuesto falaz aunque conveniente para algunos, impulsa los movimientos xenófobos de la derecha.

Pero no toda la cuestión se dirime en base a esto. En otras ocasiones, el miedo a la incertidumbre que supone un cambio drástico también frena cualquier intento de modificación de un sistema, especialmente de las personas cuya cultura se ha formado en ese mismo sistema. Y es que creo que este es el principal rival a batir, la cultura. Por supuesto, no la cultura en general, que es un gran instrumento para la humanidad, si no una cultura determinada. Al fin y al cabo no se habrá completado el cambio de paradigma hasta que la cultura popular no haya sufrido un los cambios que se pretenden en las instituciones.

Es la cultura surgida después del derrumbe del bloque soviético, esa cultura que trajeron los vencedores, la que impera ahora. La cultura en la que tildar a alguien de comunista es casi un insulto, en la que se habla de gente con éxito y fracasados, en la que las políticas sociales van cada vez a menos y en la que vemos que los Estados pierden poder frente a las empresas. Esa es la cultura postmoderna y neoliberalista. Más que luchar contra el PP, o contra el PSOE o contra los partidos de derechas, debemos luchar contra nosotros mismos, contra esa cultura en la que crecemos. Debemos crear una contracultura más igualutaria, social y respetuosa, que prefiera la cooperación a la competición, y el bien general al bien individual.

Es esa cultura la que debemos cambiar, y eso es mucho más dificil que cambiar un gobierno, y encuentra las mismas o más resistencias. Requiere tiempo, esfuerzo y dedicación, pero no es imposible, e implica un cambio más duradero y establecido. Eso es a lo que hoy en día se llama "construir desde las bases", fomentando esa cultura, ese cambio de ideario colectivo, donde cuando pensemos en una persona de éxito no pensemos en alguien con traje y corbata, una vida de lujos y los bolsillos llenos, si no en alguien que aporta un gran valor a su sociedad, una persona sabia y de confianza, querida por sus conciudadanos.

jueves, 23 de junio de 2016

El camino hacia una democrcia directa

Asamblea del movimiento 15-M en Valencia, un ejemplo de democracia directa


En su definición etimológica, democracia es una palabra que proviene del latín, y anteriormente del griego clásico, y podría interpretarse como "el gobierno del pueblo". Pero esta definición de diccionario se puede quedar más bien corta para interpretar los diferentes sistemas políticos que han tomado este nombre. Así que vamos a analizar más a fondo qué es la democracia y cómo funciona.

El modelo de gobierno democrático comenzó en Atenas, durante el siglo V a.c., y tuvo un recorrido de alrededor de 200 años, algo más de lo que tienen las democracias modernas. En este tiempo, Atenas fue una ciudad floreciente, mucho más grande que sus vecinas. Con una población aproximada rondando los 250.000 habitantes, unas 100.000 personas eran ciudadanos atenienses, de los cuales unos 30.000 eran varones adultos con derecho a participar de forma activa en la política, una de las principales contrapartidas de este sistema democrático, que lo convertía en un sistema muy limitado en su participación.

Sin embargo, la estructura era, dentro de las limitaciones ya mencionadas, bastante fluida y horizontal. La asamblea la conformaban todos los ciudadanos que poseyeran derecho a participar en ella, sin intermediación de representantes. Entre estos se presentaban mociones e ideas, se votaban, se debatía y se tomaban decisiones. No existían los partidos, tal vez los ciudadanos pudieran agruparse en base a su forma de pensar, pero no existía una estructura rígida que pudiera polarizar el discurso o limitarse a una única idea grupal, y los cargos eran en su mayoría elegidos por sorteo, quedando siempre supeditados a la voluntad de la Asamblea.

Mientras que hoy en día en nuestra cámara los parlamentarios han de ceñirse al voto que dicta el partido, en el sistema clásico cada ciudadano era libre de votar lo que consideraba oportuno, y en la asamblea se producían auténticos debates, no escenificaciones como podemos observar hoy día en nuestro parlamento, donde prácticamente queda claro de antemano qué votará cada uno de nuestros representantes.

Este sistema, de votación directa, se empela hoy día en diversas organizaciones, como puedas ser asociaciones asamblearias o partidos políticos que actúan de esta forma en sus congresos. Sin embargo no es un sistema que se haya empleado para los órganos estatales, tan siquiera locales. Usualmente la explicación para esto es la gran dificultad que supone un sistema de democracia directa, es decir, no representativa, en nuestra sociedad moderna, donde la ciudadanía es mucho más numerosa. Este argumento es el que blanden aquellos que defienden la democracia representativa, que aleja a los ciudadanos de la política de sus ciudades y del Estado, añadiendo intermediarios que son elegidos por éstos cada cuatro años, a lo que parece limitarse su participación en el sistema democrático.

Sin embargo, esto no es cierto. En primer lugar veamos que Atenas no era precisamente una ciudad pequeña, y que en su asamblea participaban varias decenas de miles de personas. Pero podemos fijarnos en ejemplos más recientes. Bien podríamos nombrar la comuna de París, pero entraré en más detalle en un futuro. Sin embargo sí me gustaría presentar un caso más cercano a la democracia española, como es el caso suizo. En Suiza emplean un sistema parlamentario federal, donde el poder legislativo recae en las dos cámaras que componen la Asamblea Federal de Suiza. El poder judicial es completamente independiente del Ejecutivo, disponiendo de un sistema judicial en cada cantón, contando además con un Tribunal Federal elegido por la Asamblea Federal. La constitución está protegida de tal forma que cualquier cambio en la misma debe ser aprobado en referendum, pudiéndose también solicitar un referendum facultativo para realizar cualquier cambio en la ley, en cualquiera de los niveles administrativos. Esto convierte al sistema suizo en el más próximo en la actualidad a una democracia directa.

Cierto es que Suiza sigue teniendo una población menor que la española, pero su sistema administrativo tiene una estructura equiparable, dividido en nivel federal, cantonal y municipal, lo que hace pensar que un sistema similar podría bien aplicarse en nuestro país. Sin duda, esto es solo un ejemplo de que podemos lograr un sistema donde la ciudadanía vea aumentado su poder de decisión, de forma que la política no quede únicamente en manos de burócratas y tecnócratas, si no que se ejercite una verdadera soberanía nacional. Sin embargo la voluntad de cambio ha de venir de abajo, del pueblo que desee tomar las riendas de su país.

Este es solo un primer acercamiento a una cuestión, el desafío democrático, que pretendo abordar con más profundidad en varias partes. He planteado unos argumentos iniciales, unos ejemplos presentados de forma somera, por ahora, y una conclusión sobre la que construir. Aún tenemos mucho trabajo por delante si deseamos lograr el objetivo de una soberanía nacional efectiva, y para ello deberemos construir un sistema cimentado en la voluntad popular, que vendrá de la mano sin duda de una cultura del empoderamiento ciudadano y del trabajo común desde muchos sectores.


lunes, 20 de junio de 2016

Si no lo se, mejor no me lo invento

El desconocimiento parece ser un tema tabú en nuestra sociedad. Qué pocas veces habré escuchado a alguna personalidad responder "no lo se" a una cuestión, para en cambio ofrecer una sarta de oraciones escasas de contenido que venían a no decir nada. Sin embargo, no parece éste un problema moderno, ya que este tipo de contestación, la sincera admisión del desconocimiento, parece prohibida desde que los sofistas enseñasen oratoria a los más eminentes ciudadanos de Atenas.

Sin embargo, en otro ateniense ilustre encontramos el enunciado que expone uno de los pilares de la humanidad. "Yo solo se que no se nada", la archiconocida cita de Sócrates recogida en los escritos de Platón sobre éste filósofo griego nos remite a la humilde afirmación del desconocimiento propio, una cualidad, a mi entender, característica del ser humano, y que nos acompaña a lo largo de toda nuestra vida.

Nacemos con poco más conocimiento que el que nuestros instintos nos aportan, aprendemos a lo largo de nuestras vidas, e incluso en el proceso nos damos cuenta de que algunas cosas de las que creíamos saber estaban erradas, y las sustituimos por conocimiento nuevo. Y aún tras una larga vida de estudio y aprendizaje, lo que desconocemos al final es aún mayor que lo que creemos saber.

Digo creemos porque incluso carecemos de certeza absoluta de que lo que sabemos sea verdaderamente cierto, como ya señalaba el filósofo alemán Friedrich Nietzsche, al distinguir entre la verdad en sentido moral y en sentido extramoral. La primera de éstas es aquella que surje del acuerdo entre personas, estableciendo nuestras propias verdades en base a las evidencias de las que disponemos. La segunda es la verdad absoluta, una máxima a la que los humanos no podemos acceder por nuestras limitaciones, que nos impiden comparar nuestro conocimiento con otra verdad superior.

Por tanto, aquello que nosotros llamamos conocimiento no es si no un cúmulo de creencias más o menos cimentadas en argumentos basados en nuestras experiencias y en la información que extraemos del mundo que nos rodea. Y no es si no el desconocimiento lo que nos impulsa desde siempre a indagar y obtener más información, para acercarnos lo más posible a conocer aquello que nos rodea. Es gracias a que no sepamos que nos vemos impelidos a buscar el conocimiento.

Así, podemos pensar que no es ningún signo de debilidad admitir que no lo sabemos todo, que tal vez algo pueda escapársenos, que necesitamos consejo o investigar un tema para obtener más información.

De modo que, alguien que afirme estar en posesión de la verdad absoluta ha de ser, por necesidad, un necio o un loco. O bien está tan loco como para creer de verdad estar en posesión de la verdad absoluta, o bien es tan necio como para creerse capaz de engañarnos con una actitud semejante. Sinceramente, confiaría más en una persona que, cuando recibiera una pregunta sobre un tema que desconoce o sobre el que no tiene suficiente información, en lugar de lanzar una frase prefabricada para salir del aprieto, dijera sencillamente "no lo se".

jueves, 28 de enero de 2016

La izquierda incoherente

En política, se acostumbra a polarizar cualquier pensamiento o formación en torno a un eje ideológico basado en la lucha de clases. Establecemos la derecha como la corriente propia de los que favorecen a los propietarios de los grandes medios de producción, las grandes fortunas y los importantes grupos de presión. Mientras, en contraposición, la izquierda representa a la clase trabajadora, la lucha por los derechos sociales y por la igualdad de oportunidades.

A su vez, la derecha se identifica con unos valores sociales más conservadores y menos propensa a los cambios, mientras que la izquierda se identifica con los movimientos sociales y unos valores más aperturistas.

Por lo tanto, llegando ya al tema del que quiero hablar, identificamos dentro de la ideología de izquierdas el respeto por la pluralidad en su más amplio sentido. Esto se refleja en escritos, movimientos, programas y debates.

Pero, cuando llegamos al ámbito de la política institucional, la cosa cambia. Todos quieren ser EL partido de izquierdas, el partido de lo nuevo, el partido del cambio. Y eso de la pluralidad se olvida al empezar la carrera por los escaños.

No nos extraña ya ver las zancadillas y trabas que se ponen unos a otros, o las negociaciones fracasadas por no acordar unos puestos en lista. Ya se olvidan de la ciudadanía y sus problemas, y se preocupan por cuantos sillones tocan por cabeza.

En su defensa tienen que el sistema electoral no ayuda, es cierto. La dispersión del voto de izquierdas en varios partidos favorece a los partidos de derecha, con menos variantes y mucho más cohesionados.

Y no es todo cuestión de cúpulas, tampoco somos ajenos a los intercambios de imprecaciones varias y reproches que se producen entre los militantes menos críticos de las diversas formaciones.

La solución a esto parece harto difícil, por muy simple que suene en su exposición. Podría unificarse a la izquierda en una gran coalición o frente unido donde estuvieran representadas todas estas variaciones a la izquierda del espectro político. Para lograr una convivencia armoniosa deberían aplicarse los valores de solidaridad y respeto a la pluralidad y sobre todo anteponer la dedicación a la lucha por los derechos de la ciudadanía y el bienestar social ¿No nos suenan de algo estos principios? Tal vez debiéramos hacer autocrítica y ponernos a trabajar.

¿Esto qué es?

Esto es un blog. Bienvenidos a Internet, sentios como en casa.

Ya se que me diréis que esto de los blogs está muy visto, que es una fórmula muy usada y desgastada. Es algo quemado de los albores de la era digital. Que le voy a hacer, llevo tiempo pensando abrir uno, pero siempre me ha costado tomar ciertas decisiones. Si no fuera porque mi madre me forzó, aún estaría decidiendo entre coger a Buzz Lightyear o el Batmovil. Pero, en fin, mejor tarde que nunca.

¿Qué encontraréis en este Blog?

Un poco de todo. Es un blog personal, y como personal, hablaré de las diferentes cosas que me interesen. Mis intereses son variados, e igualmente lo serán mis escritos. Siempre hablaré desde mi punto de vista, aportando mi opinión y tratando de fundamentarla en argumentos, y sin intención de ofender a nadie. El que avisa no es traidor.

Instrucciones de uso.

Es un blog abierto a comentarios, a respuestas, a réplicas y a debates. No pretendo cimentar mi opinión como la única válida, aunque estaría bien que las réplicas fuesen argumentadas, si es que de verdad alguien va a leer esto y además se toma la molestia de contestarme. Las respuestas demasiado incendiadas serán susceptibles de verse abocadas al olvido. En caso de duda, consultad a vuestro terapeuta.

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