El desconocimiento parece ser un tema tabú en nuestra sociedad. Qué pocas veces habré escuchado a alguna personalidad responder "no lo se" a una cuestión, para en cambio ofrecer una sarta de oraciones escasas de contenido que venían a no decir nada. Sin embargo, no parece éste un problema moderno, ya que este tipo de contestación, la sincera admisión del desconocimiento, parece prohibida desde que los sofistas enseñasen oratoria a los más eminentes ciudadanos de Atenas.
Sin embargo, en otro ateniense ilustre encontramos el enunciado que expone uno de los pilares de la humanidad. "Yo solo se que no se nada", la archiconocida cita de Sócrates recogida en los escritos de Platón sobre éste filósofo griego nos remite a la humilde afirmación del desconocimiento propio, una cualidad, a mi entender, característica del ser humano, y que nos acompaña a lo largo de toda nuestra vida.
Nacemos con poco más conocimiento que el que nuestros instintos nos aportan, aprendemos a lo largo de nuestras vidas, e incluso en el proceso nos damos cuenta de que algunas cosas de las que creíamos saber estaban erradas, y las sustituimos por conocimiento nuevo. Y aún tras una larga vida de estudio y aprendizaje, lo que desconocemos al final es aún mayor que lo que creemos saber.
Digo creemos porque incluso carecemos de certeza absoluta de que lo que sabemos sea verdaderamente cierto, como ya señalaba el filósofo alemán Friedrich Nietzsche, al distinguir entre la verdad en sentido moral y en sentido extramoral. La primera de éstas es aquella que surje del acuerdo entre personas, estableciendo nuestras propias verdades en base a las evidencias de las que disponemos. La segunda es la verdad absoluta, una máxima a la que los humanos no podemos acceder por nuestras limitaciones, que nos impiden comparar nuestro conocimiento con otra verdad superior.
Por tanto, aquello que nosotros llamamos conocimiento no es si no un cúmulo de creencias más o menos cimentadas en argumentos basados en nuestras experiencias y en la información que extraemos del mundo que nos rodea. Y no es si no el desconocimiento lo que nos impulsa desde siempre a indagar y obtener más información, para acercarnos lo más posible a conocer aquello que nos rodea. Es gracias a que no sepamos que nos vemos impelidos a buscar el conocimiento.
Así, podemos pensar que no es ningún signo de debilidad admitir que no lo sabemos todo, que tal vez algo pueda escapársenos, que necesitamos consejo o investigar un tema para obtener más información.
De modo que, alguien que afirme estar en posesión de la verdad absoluta ha de ser, por necesidad, un necio o un loco. O bien está tan loco como para creer de verdad estar en posesión de la verdad absoluta, o bien es tan necio como para creerse capaz de engañarnos con una actitud semejante. Sinceramente, confiaría más en una persona que, cuando recibiera una pregunta sobre un tema que desconoce o sobre el que no tiene suficiente información, en lugar de lanzar una frase prefabricada para salir del aprieto, dijera sencillamente "no lo se".
Reflexiones, análisis y comentarios sobre política, sin rodeos ni medias tintas.
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