jueves, 23 de junio de 2016

El camino hacia una democrcia directa

Asamblea del movimiento 15-M en Valencia, un ejemplo de democracia directa


En su definición etimológica, democracia es una palabra que proviene del latín, y anteriormente del griego clásico, y podría interpretarse como "el gobierno del pueblo". Pero esta definición de diccionario se puede quedar más bien corta para interpretar los diferentes sistemas políticos que han tomado este nombre. Así que vamos a analizar más a fondo qué es la democracia y cómo funciona.

El modelo de gobierno democrático comenzó en Atenas, durante el siglo V a.c., y tuvo un recorrido de alrededor de 200 años, algo más de lo que tienen las democracias modernas. En este tiempo, Atenas fue una ciudad floreciente, mucho más grande que sus vecinas. Con una población aproximada rondando los 250.000 habitantes, unas 100.000 personas eran ciudadanos atenienses, de los cuales unos 30.000 eran varones adultos con derecho a participar de forma activa en la política, una de las principales contrapartidas de este sistema democrático, que lo convertía en un sistema muy limitado en su participación.

Sin embargo, la estructura era, dentro de las limitaciones ya mencionadas, bastante fluida y horizontal. La asamblea la conformaban todos los ciudadanos que poseyeran derecho a participar en ella, sin intermediación de representantes. Entre estos se presentaban mociones e ideas, se votaban, se debatía y se tomaban decisiones. No existían los partidos, tal vez los ciudadanos pudieran agruparse en base a su forma de pensar, pero no existía una estructura rígida que pudiera polarizar el discurso o limitarse a una única idea grupal, y los cargos eran en su mayoría elegidos por sorteo, quedando siempre supeditados a la voluntad de la Asamblea.

Mientras que hoy en día en nuestra cámara los parlamentarios han de ceñirse al voto que dicta el partido, en el sistema clásico cada ciudadano era libre de votar lo que consideraba oportuno, y en la asamblea se producían auténticos debates, no escenificaciones como podemos observar hoy día en nuestro parlamento, donde prácticamente queda claro de antemano qué votará cada uno de nuestros representantes.

Este sistema, de votación directa, se empela hoy día en diversas organizaciones, como puedas ser asociaciones asamblearias o partidos políticos que actúan de esta forma en sus congresos. Sin embargo no es un sistema que se haya empleado para los órganos estatales, tan siquiera locales. Usualmente la explicación para esto es la gran dificultad que supone un sistema de democracia directa, es decir, no representativa, en nuestra sociedad moderna, donde la ciudadanía es mucho más numerosa. Este argumento es el que blanden aquellos que defienden la democracia representativa, que aleja a los ciudadanos de la política de sus ciudades y del Estado, añadiendo intermediarios que son elegidos por éstos cada cuatro años, a lo que parece limitarse su participación en el sistema democrático.

Sin embargo, esto no es cierto. En primer lugar veamos que Atenas no era precisamente una ciudad pequeña, y que en su asamblea participaban varias decenas de miles de personas. Pero podemos fijarnos en ejemplos más recientes. Bien podríamos nombrar la comuna de París, pero entraré en más detalle en un futuro. Sin embargo sí me gustaría presentar un caso más cercano a la democracia española, como es el caso suizo. En Suiza emplean un sistema parlamentario federal, donde el poder legislativo recae en las dos cámaras que componen la Asamblea Federal de Suiza. El poder judicial es completamente independiente del Ejecutivo, disponiendo de un sistema judicial en cada cantón, contando además con un Tribunal Federal elegido por la Asamblea Federal. La constitución está protegida de tal forma que cualquier cambio en la misma debe ser aprobado en referendum, pudiéndose también solicitar un referendum facultativo para realizar cualquier cambio en la ley, en cualquiera de los niveles administrativos. Esto convierte al sistema suizo en el más próximo en la actualidad a una democracia directa.

Cierto es que Suiza sigue teniendo una población menor que la española, pero su sistema administrativo tiene una estructura equiparable, dividido en nivel federal, cantonal y municipal, lo que hace pensar que un sistema similar podría bien aplicarse en nuestro país. Sin duda, esto es solo un ejemplo de que podemos lograr un sistema donde la ciudadanía vea aumentado su poder de decisión, de forma que la política no quede únicamente en manos de burócratas y tecnócratas, si no que se ejercite una verdadera soberanía nacional. Sin embargo la voluntad de cambio ha de venir de abajo, del pueblo que desee tomar las riendas de su país.

Este es solo un primer acercamiento a una cuestión, el desafío democrático, que pretendo abordar con más profundidad en varias partes. He planteado unos argumentos iniciales, unos ejemplos presentados de forma somera, por ahora, y una conclusión sobre la que construir. Aún tenemos mucho trabajo por delante si deseamos lograr el objetivo de una soberanía nacional efectiva, y para ello deberemos construir un sistema cimentado en la voluntad popular, que vendrá de la mano sin duda de una cultura del empoderamiento ciudadano y del trabajo común desde muchos sectores.


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