lunes, 5 de septiembre de 2016

Erase una vez, un 15 de Mayo...

Acampada en la Puerta del Sol, 20 de mayo de 2011

Corría el año 2011, la crísis económica azotaba a la sociedad española. El paro estaba en alza, y más aún el de los españoles. Los derechos sociales estaban siendo vapuleados. Pronto la crisis se extendió al ambito político y comenzó a entreverse la peor cara del "Estado de bienestar". El 15 de mayo de ese mismo año, tras otra de las múltiples manifestaciones que se sucedían como muestra del malestar de la ciudadanía, un grupo de personas decide acampar espontaneamente en la Puerta del Sol. 

En poco tiempo, aquella acampada de unas sesenta personas se convirtió en una enorme manifestación de repulsa contra el Gobierno que había traicionado constantemente la confianza que, erroneamente otorgada, habían depositado en él. Al grito de "No nos representan" manifestaron su malestar contra un sistema político que no los incluía, que limitaba la expresión de sus derechos y de su voluntad política, relegándola a elegir entre dos opciones que les desagradaban cada 4 años.

Desde entonces, varias han sido las reacciones y los movimientos surgidos a raiz de estos acontecimientos. Desde organizaciones sociales, como Democracia Real Ya, a partidos políticos, como Podemos, se han arrogado la bandera quincemayista, han surgido movimientos de la ciudadanía para tratar de recuperar su impacto en la vida política, pero hasta ahora el sistema ha parecido saber encauzarlos con mayor o menor éxito.

Algo ha cambiado, eso es indudable, pero el cambio no satisface ni a unos ni a otros. El sistema siempre teme una modificación del status quo, y la ciudadanía aún no ha visto el fruto maduro resultante de su indignación. El cielo no se ha tomado por asalto, ni de lejos, y la situación dentro de las instituciones es de bloqueo parlamentario, al menos a nivel nacional. Desde fuera de las cámaras de los representantes, la ciudadanía parece haberse adormecido, habiendo puesto sus fuerzas en varios proyectos que aún no parecen haber dado los resultados esperados.

El empuje y la ilusión de los primeros momentos parecen haberse disuelto en la mayoría y haberse avinagrado en otros, que habiendo usado todas sus energías en diferentes proyectos, han llegado a quemarse y sumirse en la apatía.

Pero el pensamiento derrotista nunca llevo a nada, de modo que solo nos queda aprender de nuestros fallos y continuar adelante. La situación no tiene vistas de ir a mejorar por si sola, de modo que si de verdad nos indignamos con el sistema paternalista y corrupto que dice representarnos, habremos de salir a cambiarlo con nuestras propias manos. No será fácil, no será rápido, y es muy probable que nos golpeemos una y otra vez contra un muro que parece que no va a derribarse, pero nada es inexpugnable.

El principal escollo a superar siempre somos nosotros mismos, en primer lugar habremos de encontrar la determinación para actuar, y las ganas para trabajar en un proyecto. En segundo lugar, debemos aprender a caminar juntos. No es sencillo, aunque lo pueda parecer. Las opiniones pueden ser muy diversas, y los métodos también. Pero el consenso está en escuchar tanto a la mayoría como a las minorías, respetándonos y recordando que, si decidimos actuar juntos, es porque nos une un objetivo común.

No hemos de caer en la idea de que es una utopía irrealizable lograr este cambio que nos hemos propuesto, ya se han dado pasos en esta dirección, pero lamentablemente no podemos hacer mucho desde la comodidad de nuestros hogares. Antes de que el proceso avance habremos de pisar las calles otra vez, y otra más. Es en la lucha activa donde encontraremos el cambio que ansiamos, así como ya se vio en aquel 15 de mayo, un ejemplo que sin duda deberemos replicar y superar antes de que veamos cumplido este proceso de empoderamiento ciudadano.

A pesar de los que trataron de apropiarse el desborde del 15-M, este proceso ha continuado en muchos frentes, dentro y fuera del propio movimiento homonimo. Este artículo no es si no un mensaje en el que pretendo plasmar mi opinión sobre la necesidad de recuperar la ilusión y la actitud de lucha de aquellos primeros momentos, de aquel despertar que parece haberse enfriado. Si deseamos un cambio tendremos que traerlo nosotros mismos. Es la hora de volver a tomar la calle.

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